Iniciación a las aperturas

“Las Aperturas te enseñan aperturas. ¡Los Finales te enseñan Ajedrez!”
(Stephan Gerzadowicz)

En la partida de ajedrez se distinguen tres fases: la apertura, el medio juego y el final. Normalmente se suceden en ese orden, aunque puede darse el caso de pasar directamente de la apertura al final sin que haya habido una transición por el medio juego.

La apertura es la primera fase del juego y una de las más complicadas de dominar, por cuanto que hay muchas piezas en juego y a cada jugada realizada se multiplican las posibilidades de forma exponencial. En la posición inicial los dos bandos tienen el mismo número de piezas y su disposición en el tablero es simétrica; por tanto, la posición está igualada. Durante las primeras jugadas, los contendientes tratan de traer sus fuerzas combatientes a la batalla y crear planes que influenciarán el resto de la partida.

El objetivo de la apertura es, a partir de la situación igualada de salida, crear un desequilibrio tal en la posición que juegue a nuestro favor y situar entonces nuestras piezas de modo que maximicen dichas diferencias, tratando de llegar a posiciones ventajosas que permitan más adelante, en el medio juego o en el final, ganar la partida. Para lograr dicho objetivo es conveniente atender los siguientes principios, que son sumamente importantes durante la primeras jugadas:
  • Desarrollo. El jugador que ponga en juego sus piezas más rápidamente estará en situación ventajosa, ya que podrá amenazar al ejército contrario sin que éste último pueda reaccionar adecuadamente. Movilizar las piezas rápidamente se llama en el argot ajedrecístico desarrollar las piezas. Un desarrollo sano y armónico de las propias piezas, de modo que ocupen sus mejores casillas en el menor número de jugadas es lo más deseable durante la primera fase de la partida. La manera en la que los Grandes Maestros juegan al ajedrez es desarrollando todas y cada una de sus piezas (¡el ajedrez es un juego de equipo!) para tratar de conseguir un objetivo común. La necesidad de un rápido desarrollo dependerá del tipo de centro que exista. Por ejemplo, si el centro está cerrado, el desarrollo no es una necesidad tan urgente, pues las piezas contrarias no serán capaces de penetrar fácilmente en nuestra posición. Por el contrario, si el centro está abierto (con columnas y diagonales abiertas como vías rápidas de penetración en la posición enemiga), entonces un rápido desarrollo se vuelve de lo más importante. Hay que recordar que las piezas deben desarrollarse siempre a casillas desde las cuales puedan colaborar con las demás piezas para tratar de alcanzar un objetivo común y que si una determinada pieza ya está realizando una labor activa para conseguir dicho objetivo desde su casilla de origen, no será necesario desarrollarla (es como si ya estuviera desarrollada).
  • Centro. Al tiempo que las piezas se van desarrollando, es importante dirigirlas de modo que apunten hacia el centro del tablero. El centro del tablero (en particular, las cuatro casillas centrales) es la parte más importante del terreno de juego; es algo así como la montaña desde la que se domina el llano. Las piezas situadas en el centro del tablero dominan más casillas que desde los bordes. El bando que controle el centro tendrá una gran ventaja, pues sus piezas llegarán a ser más valiosas que las del contrario ya que tendrán más movilidad y dominarán más territorio.
  • Espacio. De igual modo, el bando que logre dominar y tomar para sí mayor cantidad de espacio logrará ventaja por dos motivos: sus piezas tendrán más espacio para maniobrar y podrán acudir rápidas y veloces a cualquier parte del tablero donde se las requiera y al contrario, el jugador que disponga de menos espacio para moverse, no podrá acudir con la suficiente rapidez a defender los puntos débiles de su posición. Muchas partidas se pierden por la falta de espacio vital para mover las propias piezas. Durante la fase de apertura es muy importante tratar de conquistar territorio y asegurarse de que las propias piezas dispongan de suficiente espacio para maniobrar.
  • Tiempo. Movilizar las propias fuerzas, tratar de dominar el centro y ocupar la mayor cantidad de espacio posible debe hacerse lo más rápida y económicamente posible. Por eso es vital el factor tiempo. Hay quien dice que las blancas, al gozar del derecho a realizar la primera jugada, cuentan con una pequeña ventaja de tiempo, sería algo así como la ventaja del servicio en el tenis, y deben aprovecharlo en hacer jugadas útiles y amenazantes, tratando de poner al adversario en aprietos.
  • Iniciativa. El ajedrez es un juego en el que entran en conflicto dos mentalidades y, a menudo, dos opiniones contrapuestas. El jugador que logre doblegar al contrario y hacerle que baile al son de los propios planes en lugar de seguir sus propios pensamientos e ideas quedará en ventaja, pues obligará al adversario a situarse en una posición meramente defensiva y con una mentalidad poco creativa, sólo pendiente de reaccionar a las intenciones del rival. El ajedrez es un juego de ataque y el bando que logre amenazar al otro creándole problemas constantemente tendrá ventaja. Cuando el oponente se está defendiendo y nosotros estamos atacando, poniendo presión en su posición, se dice que llevamos la iniciativa. La iniciativa puede ganarse, perderse o incluso ceder voluntariamente al contrario en ocasiones, pero puede llegar a ser determinante y suele ser casi siempre deseable mantenerla el máximo tiempo posible.
  • Coordinación. El ajedrez es un juego de equipo en el que las piezas deben actuar todas juntas para conseguir un objetivo común. En ocasiones es dar mate al rey contrario, pero en otras será simplemente atacar a un modesto peón débil del contrario. En la apertura se sientan las bases de una eficaz coordinación entre las propias piezas. Elegir adecuadamente las mejores casillas para las piezas, desde donde podrán actuar eficazmente y de manera coordinada con el resto del ejército, distingue a un buen jugador.
  • Flexibilidad. Otro concepto importante a seguir durante la primera fase de la partida es la idea de colocar las piezas en casillas flexibles, desde donde puedan en un momento dado ir a cualquier otra parte del tablero. En las primeras jugadas todavía no están perfectamente definidos los planes que seguirán uno y otro jugador y muchas veces no se puede adivinar cuál será la mejor colocación de las piezas. Mantener cierta flexibilidad en la posición siempre es deseable para poder reaccionar a tiempo ante cualquier necesidad.
  • Seguridad del rey. Si nos dan mate al rey la partida termina. Por tanto, uno de los puntos más importantes, en las aperturas y durante todas las fases del juego, es mantener al rey en seguridad para que no le den mate. Normalmente, suele ser muy útil enrocarse, pues conseguimos dos objetivos de ese modo: por un lado, ponemos al rey en un lugar seguro y, por otro, ponemos en juego una de las torres, movilizándola hacia el centro, donde presumiblemente se abrirán columnas.
  • Plan. Un plan es un objetivo a largo plazo en el cual los jugadores se basan para realizar sus jugadas. Durante las primeras jugadas todavía no está definida la posición en el tablero y, por tanto, no está todavía claro cuál será la mejor manera de atacar la posición del contrario. Sin embargo, es durante las primeras jugadas que los jugadores van colocando sus piezas en determinadas posiciones para ir dibujando los primeros planes. El plan correcto viene determinado por la posición en el tablero y no por los caprichos y deseos de los jugadores. Un jugador que desee lanzar un ataque directo contra el rey enemigo sin estar justificado por la posición está abocado al fracaso.


Fuentes:
  • AGUILERA. El Ajedrez. Alianza Editorial, 1974.
  • PANOV. ABC de las aperturas. Ed. Martínez Roca, 1973.
  • SILMAN. The complete Book of Chess Strategy. Siles Press, 1998.
  • SUETIN. Cómo debe jugarse la apertura. Ed. Martínez Roca, 1976.
  • WATSON & BURGESS. Aperturas de ajedrez para niños. Ed. La Casa del ajedrez, 2011

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